Puede que suene raro, pero… sentía una impaciencia en el pecho.
Era como algo que no se expresaba en palabras. Miré al horizonte y permanecí
callado. Así que, me deje llevar por
la situación. Hacía tiempo que su presencia me inquietaba. El verano pasado había
comenzado a hablar con esa “presencia”. A enojarme con ella, con su
omnipresente sombra. Y ahora lo repetía... “No sé que Querés...” Había algo que
siempre nos separaba, algo que nos hacía iguales, pero que nos mantenía a una
distancia prudencial, era como si inconscientemente nosotros mismos nos
encargáramos de separar nuestros caminos. Tal vez ahí estaba la respuesta a la
impaciencia presente.
A veces pensaba que se
trataba de Angélica. Pero no podía ser. Angélica está lejos. Angélica murió. No
podía ser. Además, yo no tengo la culpa por la muerte de Angélica. Angélica como
su nombre lo indicaba se asemejaba a un ángel, siempre dudosa y siempre tan
sonriente.
Yo no tenía la culpa, pero… había algo que me hacía partidario. Angélica había muerto despacio. Una enfermedad, cuyo nombre se me
escapa, había abatido sus fuerzas en unos meses. Sin embargo, pese al poco
tiempo de su enfermedad siempre tuve la impresión de que murió despacio.
Angélica era mi hermana, por dios santo. Yo jamás podría haberla matado. No podía velar
por su vida, porque había ciertas actitudes de ella que siempre me hacían
alejarme de ella. Capaz esa era mi culpa, no haberle prestado la suficiente
atención. Sabiendo que tarde o temprano se alejaría de mí, sin vuelta, sin
regreso, para jamás volver. Además,
siempre con esa sonrisa optimista. Siempre diciendo "La vida te da
oportunidades para valorar lo que tienes" Aun está colgado en la pared el
cartel de papel afiche con esas palabras. Ese cartel, tan azul, tan rojo. Y eso
era lo que la hacía presente, por lo menos su esencia, por lo menos su alma, y
algo de la luz que desprendía con esa sonrisa casi intacta en las comisuras de
sus labios.
Fue
entonces cuando desperté. Cuando mis ojos escucharon el aturdir de la luz del
día. Camine despacio, atontado hasta la mesa para desayunar. Mi vida no era
perfecta, el termo del mate aun estaba roto igual. Y Angélica estaba allí con
su sonrisa optimista. Si, era el día después de Nochebuena. El día después de
las peleas y los malhumores de Nochebuena. No sé porque, pero mientras me
acomodaba para tomar el primer mate me encontré diciendo: “La vida te da
oportunidades para valorar lo que tienes”
Lous Alvelo and Kevin Jones
◘ Conociendo y reconociendo a una tal Lous Alvelo ◘
Alvelo, Kevin!jajajajaja
ResponderEliminar