viernes, 31 de diciembre de 2010


Se acerca el 2011. Cierro los ojos y todo lo que en este año ha pasado. Alli, en mi memoria, estan las cosas que hacen de este 2010 un año increible. 
El tiempo es un artilugio que nosotros hemos inventado, nada mas. Pero nos sirve para darnos cuenta del paso de la vida. 
Se termina el 2010, y me enorgullece poder decir que la vida es hermosa. En el año proximo, se vienen sueños, nuevas lecturas, mas proyectos, mas sensaciones. 

¡Feliz año nuevo!

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"regar salvar"
Juan Sebastian Amadeo.
Argentina (N. 1976)

Sus ojos habían visto demasiadas cosas



Mariana bajo al comedor diario y prendió el televisor y un cigarrillo. Ernesto chateaba en la computadora. Paso de un canal a otro sin saber qué miraba. Solo quería que pasara el tiempo, que ya fuera el día siguiente, y el otro, y el otro, y por fin el día en que se olvidara de quiénes habían sido sus hijos, y de dónde venían. Sobre todo la nena. Pedro era otra cosa, tenía apenas tres meses. Enseguida se le borrarían los olores, un aliento particular, una voz, un latido, un golpe. A su bebe lo iría haciendo a su medida. A la nena no. Sus ojos habían visto demasiadas cosas. Se le notaba. A Mariana le costaba mantenerle la mirada, le daba miedo. Como si esos ojos oscuros le pudieran mostrar lo que alguna vez vieron. 

Claudia Piñeiro, Las viudas de los jueves


jueves, 30 de diciembre de 2010

Mascaras en las paredes (Por Angélica Gorodischer)



Se me ocurrió porque estuve en lo de unos amigos que tienen eso, máscaras en las paredes. Paredes blancas, opacas, en las que quedarían bien otras cosas, cuadros con un paisaje pampeano, ranchito, arbolito. O las fotos de los nietos cuando tenían dos años, todo eso. No. Máscaras, cosa que me da un poco de miedo. ¿Usted tiene máscaras en las paredes? Hágame un favor: esta noche, cuando se levante para ir a tomar agua, fíjese en las máscaras, sobre todo si son africanas. Y después cuénteme: ¿las sorprendió con los ojos abiertos? ¿Le sonrieron? ¿Tenían hipo? ¿Le guiñaron los ojos? Porque a mí que no me digan que se mantienen quietitas y discretas lo mismo que a las diez de la mañana o a las tres de la tarde. Macanas. A la noche las máscaras se desquitan. Las trajeron de muy lejos (cierto que hay algunas truchas que fueron fabricadas en Villa Piolín y ésas seguro que a las cuatro de la matina ni se mosquean) y las pusieron ahí “de adorno”, horror: ¡de adorno! Y, por supuesto, como no se pueden mover porque no tienen más que eso, el simulacro de rostro, pues se vengan haciendo muecas. Algunas hasta gimen o gritan o se ríen a carcajadas o imitan maullidos de gata en celo o sirenas de ambulancias. Lo hacen tan bien que nadie en la casa se despierta, y si llega a casi despertarse, piensa ahí va la ambulancia y sigue durmiendo. Y entonces las máscaras charlan entre ellas, echan pestes y maldiciones a quienes las arrancaron de sus tribus natales y planean espantosas venganzas a ser cumplidas desde las blancas paredes porque las pobres, menos mal, no pueden saltar al suelo y degollarnos o estrangularnos o lo que sea que alcance a aplacarlas. Sí, bueno, está bien. Concedo: son los remanentes de viejos animismos infantiles, usted perdone.


Angelica Gorodischer
www.perfil.com  

Si no es difícil, no es divertido



                                          Quiero moverme con él
                                          seremos una pareja difícil
                                          un poco de juego es divertido
                                          cuando estás conmigo (adoro esto)
                                           la Ruleta rusa no es lo mismo
                                          sin un arma.
                                          Y niño, cuando es amor
                                          si no es difícil, no es divertido.

                                              Lady Gaga, "Poker Face" 

♪♫ Lo mejor de mi vida eres tu ♪♫


Yo me siento al fin feliz
la tristeza no es para mí
Y qué me importa lo que viví
si me regalan el futuro no lo quiero sin ti.

A mi no me pidas no
Si escondes algo, dámelo
Porque llegó la hora de estar conmigo
Pues el destino así lo escribió.

Si es amor, abrázame con ganas
si no lo es, tal vez será mañana
Estando juntos mi mundo se llena de luz
Lo mejor de mi vida eres tu.

Me voy de fiestas, ¿Quieres ir?
(Quiero ir)
De Buenos Aires hasta Madrid
(Ay olé)
Y sin dormir vamos acabar con París
Te juro que jamás te vas a arrepentir.

A mi no me pidas no
Si escondes algo, dámelo
Porque llegó la hora de estar conmigo
Pues el destino así lo escribió.

Si es amor, abrázame con ganas
si no lo es, tal vez será mañana
Estando juntos mi mundo se llena de luz
Lo mejor de mi vida eres tu.

Suéltate el pelo y juega entre las olas
(entre las olas)
Sobre la arena, la orilla del mar
(orilla del mar)
Prepárate que la noche no perdona
Ven que nos vamos de marcha otra vez

Mañana, mañana
Porque llegó la hora de estar conmigo
Pues el destino así lo escribió

Si es amor, abrázame con ganas
si no lo es, tal vez será mañana
Estando juntos mi mundo se llena de luz
Lo mejor de mi vida eres tu...



Ricky Martin

Cosas que me susurran X


Pero sabrás que las palabras son caprichosas y no se dejan gobernar, por ello me siento a escribir sin saber muy bien que saldrá. 
Majo .-

♪♫ Las simples cosas ♪♫




Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas
Lo mismo que un árbol en tiempo de otoño muere por sus hojas
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas
Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.
Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amo la vida
Y entonces comprende como están de ausentes las cosas perdidas
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso
Que el amor es simple y las cosas simples se las devora el tiempo.
Demórate aquí en la luz mayor de este mediodía
Donde encontraras con el pan al sol la mesa tendida
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso
Que el amor es simple y las cosas simples las devora el tiempo..
Chavela Vargas

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tanto que decir. Las palabras se me escapan.
17 años, todo y nada. Estoy mas tranquilo. Sonrió. Estoy orgulloso de mis problemas y mis diferencias. De las luchas que luche y de esos testigos de papel, de rumores, de cosas hechas, que justifican de a poco mi vida. 

martes, 28 de diciembre de 2010

♪♫ Bad Romance ♪♫

Quizas porque todos los "romances" que mi vida me depara tienen ese caracter de "malos". Quizas porque expresa la voz de lo que no esta dicho. Bad Romance, junto a Lady Gaga, son una de las cosas que me llevo de este año. Ya vendra un ppst para los balances de este año tan ajetreado para mi. Pero desde ya, tan bello. Ya que fue este año que inaugure gran parte de mi personalidad, de lo que yo soy. Y debo decir que gran parte de esa personalidad pude descargarla cantando este tema. Para mi, Lady Gaga no es una moda. Sino que es una artista con todas las letras. Comparada con el demonio, gritando y azotando cosas, vistiendo vestidos de carne, Lady Gaga se ha vuelto maravillosa.

lunes, 27 de diciembre de 2010

¡Viva el amor!


Hay cosas que uno, simplemente, no espera ver. Cosas que nos parecen imposibles. O a cosas que nuestros sueños no se atreven a soñar. 

El próximo 30 de diciembre, el Foro de la diversidad sexual del INADI Entre Ríos, realizara en Plaza 1° de mayo una Besada en repudio al acto homofobico vivido por un pareja homosexual en el Bar Cocktaill de esa ciudad. Dos hombres se besaron en ese bar, y por ese motivo fueron echados del lugar. 
Un hecho, que parece querer relejar a la homosexualidad a lugares catalogados, haciendola algo invisible. Haciendo de ese amor algo invisible. Algo por lo que cientos de adolescentes, de estudiantes universitarios, de jovenes, de adultos, se ocultan. Algo por lo que cientos de personas se callan. 
No puedo evitar que mi cuerpo sienta un escalofrió al saber que valientes jóvenes homosexuales se besaran en nombre del amor y la igualdad en la capital de mi provincia. El mismo que sentí la madrugada del 15 de julio luego de ver casi diez horas de votación. 
¡Viva la visibilizacion! ¡Vivan los hetero, los bi, los gay, los trans! ¡Viva el amor!

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Irrealidades#29 , Eduardo Fuentes
Argentina

                             
                             Todo el mundo tuvo un buen año 
                             Todo el mundo tenía un rato duro 
                             Todo el mundo tuvo un sueño húmedo 
                             Todo el mundo vio el brillo del sol 
                             Todo el mundo tuvo un buen año 
                             Todo el mundo soltarse el pelo 
                             Todo el mundo sacó sus calcetines hasta 
                             Todo el mundo puso su pie en el suelo 
                            
The Beatles, 
I've Got A Feeling 

¿Que haces?







Leo poesía. Evalúo la vida. Cualquiera de las dos cosas es lo mismo. En un momento de calma, me acerco a comenzar nuevas etapas. Un nuevo año, una nueva edad. Mientras tanto, leo poesía. 

sábado, 25 de diciembre de 2010

-blog-


Este es el blog de un joven y maravilloso autor argentino. Pero dentro de el, no se van a encontrar con textos literarios puramente. Sino, con reflexiones de muy buen calibre sobre la realidad: Sobre la cena navideña, la politica o el comienzo de Gran Hermano. Criticas, puntos de vista, sobre la sociedad, sobre nosotros mismos que vale la pena leer. 

Carta a una duda



Puede que suene raro, pero… sentía una impaciencia en el pecho. Era como algo que no se expresaba en palabras. Miré al horizonte y permanecí callado. Así que, me deje llevar por la situación. Hacía tiempo que su presencia me inquietaba. El verano pasado había comenzado a hablar con esa “presencia”. A enojarme con ella, con su omnipresente sombra. Y ahora lo repetía... “No sé que Querés...” Había algo que siempre nos separaba, algo que nos hacía iguales, pero que nos mantenía a una distancia prudencial, era como si inconscientemente nosotros mismos nos encargáramos de separar nuestros caminos. Tal vez ahí estaba la respuesta a la impaciencia presente.
A veces pensaba que se trataba de Angélica. Pero no podía ser. Angélica está lejos. Angélica murió. No podía ser. Además, yo no tengo la culpa por la muerte de Angélica. Angélica como su nombre lo indicaba se asemejaba a un ángel, siempre dudosa y siempre tan sonriente.
Yo no tenía la culpa, pero… había algo que me hacía partidario. Angélica había muerto despacio. Una enfermedad, cuyo nombre se me escapa, había abatido sus fuerzas en unos meses. Sin embargo, pese al poco tiempo de su enfermedad siempre tuve la impresión de que murió despacio. Angélica era mi hermana, por dios santo. Yo jamás podría haberla matado. No podía velar por su vida, porque había ciertas actitudes de ella que siempre me hacían alejarme de ella. Capaz esa era mi culpa, no haberle prestado la suficiente atención. Sabiendo que tarde o temprano se alejaría de mí, sin vuelta, sin regreso, para jamás volver. Además, siempre con esa sonrisa optimista. Siempre diciendo "La vida te da oportunidades para valorar lo que tienes" Aun está colgado en la pared el cartel de papel afiche con esas palabras. Ese cartel, tan azul, tan rojo.  Y  eso era lo que la hacía presente, por lo menos su esencia, por lo menos su alma, y algo de la luz que desprendía con esa sonrisa casi intacta en las comisuras de sus labios.

Fue entonces cuando desperté. Cuando mis ojos escucharon el aturdir de la luz del día. Camine despacio, atontado hasta la mesa para desayunar. Mi vida no era perfecta, el termo del mate aun estaba roto igual. Y Angélica estaba allí con su sonrisa optimista. Si, era el día después de Nochebuena. El día después de las peleas y los malhumores de Nochebuena. No sé porque, pero mientras me acomodaba para tomar el primer mate me encontré diciendo: “La vida te da oportunidades para valorar lo que tienes”

Lous Alvelo and Kevin Jones

Conociendo y reconociendo a una tal Lous Alvelo

♪♫ Habla el corazon - Roxette ♪♫


Cancion que hoy haye por casualidad. Asi que, aqui esta... Ya que hacia rato que no posteaba música ♪

viernes, 24 de diciembre de 2010

Repetición de un verbo

Aqui ando yo. Con el rumor
de gente que me es ajena.
Contradiciendo aquel sonido con este otro.
Otro, de cuadernillo barata y biromen al paso.
Mis testigos, pedazos gastados de memoria,
andan por ahí. Yo, ando por ahí.
Oscuro, repito palabras. Me repito.
Pero ando. Y repito el verbo.
Ando. Y ando por la vida.
Y andar duele. Y andar es triste.
Kevin

• Otra navidad triste •

Navidades narradas... "Mañana" por Claudia Piñeiro




Baja la caja del altillo. Espera que los chicos estén durmiendo para bajarla. ¿Te parece que es hora de ponerte a hacer eso?, le pregunta su marido. Ella no le contesta. Lleva la caja a la planta baja, al living, junto a la ventana que da al jardín. Al mismo lugar donde siempre, cada ocho de diciembre, ella arma el árbol. Los chicos más que ayudarla le hubieran complicado la tarea. El marido baja las escaleras y pasa hacia la cocina. Voy a tomar un poco de agua, dice. Ella saca primero la base, abre las cuatro patas, y la apoya en el piso. El metal raspa la madera del parquet. Luego se dedica a las ramas, envueltas en papel de diario. Las desenvuelve. Mañana se van a enojar, los chicos, se van a enojar. A sus hijos les gusta armar el árbol de Navidad, pero ella prefiere hacerlo sola. Por eso esperó a que se durmieran. No les dijo que hoy era el día. Cuando se despierten el árbol ya va a estar listo. Desde la cocina se escucha el sonido del agua que corre. Ahora ella engancha la primera fila de ramas en la base. Las abre. Trata de que queden derechas, parejas, equidistantes. Prefiere el enojo de sus hijos y no el propio. Lo maneja mejor; maneja mejor cualquier enojo que no sea el suyo.Coloca la segunda  serie de ramas. Las abre. Las acomoda. ¿Tenés para mucho?, pregunta su marido antes de subir al cuarto. Ella no contesta. Ni siquiera lo mira. Sabe que cuando su marido pregunta “tenés para mucho” es porque quiere sexo. Y ella no quiere. Por eso no contesta, se hace la que no lo escucha. Coloca la tercera fila de ramas. Algunas se desflecan y caen  restos de plástico verde sobre el piso de madera. El año que viene va a tener que comprar otro árbol. ¿Tenés para mucho?, vuelve a preguntar él. Ella esta vez lo mira, pero tampoco contesta. El año que viene,  va comprar un árbol nuevo el año que viene. Este año ya es demasiado tarde, hay demasiada gente en los negocios comprando adornos navideños, y a ella no le gusta cuando hay mucha gente. El marido sube la escalera y desaparece. Arriba, una puerta se golpea con fuerza. Es él, ella sabe. Cuando algo se le atraganta, su marido golpea puertas. Ella sigue trabajando en silencio. Coloca la punta del pino; se le tuerce hacia la derecha. Hace años que se tuerce. Es más, el mismo diciembre en que  compraron el árbol ya la punta estuvo torcida. El año que viene va a comprar otro árbol. Este año es demasiado tarde. Y hay mucha gente. Un chico llora. Un hijo de ella llora. Se queda quieta, frente al pino todavía sin adornos. No quiere que el chico baje y la encuentre. Escucha los pasos de su marido, arriba, en el pasillo que va a los cuartos. Y voces. El chico se calma. Ella entonces vuelve a su tarea. Se aparta del pino, toma distancia para poder juzgar si todas las ramas están en su lugar. Alineadas, parejas. El marido ahora se asoma por la escalera, en calzoncillos. ¿No subís?, dice. Quiere sexo, ella lo sabe. No lo dice pero ella lo sabe. En un rato, contesta. El marido sabe que ella no va a subir; el marido sabe que cuando dice “en un rato”, ella no sube. Se va enojado, aunque está descalzo se sienten sus pasos pesados en la escalera. A ella no le importa. Espera otra vez el ruido de la puerta que se golpea. Pero esta vez ese ruido no llega. Tal vez por el chico, para que no llore. O para que no se despierte otro. No le importa. Sólo le importa que el tiempo que le lleve a ella terminar de armar el árbol sea suficiente como para que el sueño venza el deseo sexual de su marido. Abre la caja donde están las bolas coloradas, todas iguales. Las cuenta. Cuenta las ramas. Las bolas son casi la mitad de las ramas. Las coloca rama por medio. Una sí una no. Dos se juntan donde termina la ronda y eso le molesta. Quita una, pero entonces se juntan dos ramas desnudas. Gira el árbol para que esa falla quede contra la pared y no se vea. Cuando termine de adornar el árbol va a subir, entonces sí. Busca dentro de la caja la estrella que irá en la punta. Se sube a un banco. La pone en la punta. La estrella se tuerce, junto con la punta, hacia la derecha. Una estrella dorada. Una estrella que fue dorada. Dos de las cinco puntas están raídas y se ve el cartón gastado. El año que viene va a comprar otro árbol. Y adornos navideños. Y una estrella de mejor calidad. El año que viene. Cuando no haya tanta gente. Mañana va a hacer el amor con su marido. Tal vez. Va a dormir la siesta antes, así a la noche no está cansada. Y sin ganas. Va a dormir la siesta; sí, mañana. Y va a comprar un árbol, el próximo año. Los chicos se van a enojar cuando se despierten. Pero el árbol va a estar listo, y el enojo al rato se les va a pasar. Busca las luces. Las coloca abrazando el árbol, girando alrededor. Las enchufa. Las luces de colores se prenden y se apagan. Dentro de la caja sólo queda el pesebre. Una casa de madera. La Virgen, San José, una cabra y un burro. Y el niño Jesús en el moisés. Su suegra dice que el niño no se pone hasta la Noche Buena. Recién cuando dan las doce. Pero a ella no le importa. En su casa, en la que ella vivía con sus padres, el niño estuvo siempre en el pesebre, desde el mismo momento en que se armaba el árbol. Un árbol más pequeño, sin estrella en la punta. Mañana va a dormir la siesta. Pero ahora no va a subir. Todavía no. Se va a quedar junto al árbol, sentada, sin hacer nada, mirándolo mientras todos duermen.
Claudia Piñeiro

Navidades narradas... "Navidades ajenas" por Federico Andahazi


  
Recuerdo las navidades de mi infancia con esa grata nostalgia que dejan los deseos cumplidos. Cuando yo era chico vivíamos con mi madre en casa de mis abuelos. Mi abuelo, socialista y agnóstico intransigente, se resistía a celebrar toda ceremonia que tuviese un origen religioso.  De manera que en mi casa no se festejaba la Navidad. El arbolito, los preparativos, los regalos, las compras de la víspera, eran parte de un mundo tan ajeno como anhelado. A través de la ventana de mi cuarto podía ver cómo, en el edificio de enfrente, cada departamento se iba poblando de luces y adornos, mientras mi casa permanecía como si nada sucediera. No era, sin embargo, una cena igual a la de todos los días; comíamos más tarde y, como por casualidad y aprovechando el feriado del día siguiente, esperábamos la medianoche. Entonces, cuando empezaban a tronar los petardos, salíamos al balcón para ver las luces de los fuegos artificiales que volaban por sobre la cúpula del Congreso. Iluminado por aquel destello multicolor, yo festejaba secreta y silenciosamente. No podía evitar querer ser parte de la fiesta, brindar como lo hacían mis vecinos y esperar sentado cerca del arbolito que dijeran mi nombre para recibir mi regalo. Así eran las navidades en casa, hasta que, en las fiestas previas a mi ingreso en la primaria, sucedió un hecho en apariencia intrascendente. Estábamos en el balcón viendo la repetida escena de los festejos en el departamento al otro lado de la calle Ayacucho, cuando, en el mismo momento en que yo me imaginaba abriendo el envoltorio de un paquete enorme, me encontré con la mirada severa de mi abuelo que, acodado en la baranda, parecía haber descubierto mis pensamientos. Ambos desviamos la vista con cierta incomodidad pero sin decir palabra. Creí ver en sus ojos el brillo del enojo. Nadie más fue testigo de aquel diálogo mudo.
            Recuerdo que al día siguiente había ido a jugar a la pelota al garaje junto a mi casa, aprovechando que estaba cerrado. Cuando volví pude ver en un ángulo del living, un árbol de Navidad nevado, resplandeciente y decorado con luces que iluminaban todo el cuarto. Tardé en descubrir que, al pie, había un paquete envuelto con papel metálico rojo en cuya tarjeta estaba escrito mi nombre. Pero muchos años más demoré en entender lo que había significado para mi abuelo haber armado con sus propias manos aquel arbolito que apenas sobrepasaba mi estatura infantil y, sin embargo, me pareció el más grande del mundo.
Federico Anadahazi

El abismo



Un abismo de silencio nos separa
Yo estoy de un lado del abismo - tú del otro -
No puedo verte ni oírte - pero sé que estás allí -
Suelo llamarte por tu nombre infantil
y finjo que el eco de mi grito es tu voz.
Cómo podemos franquear el abismo -nunca hablándonos, tocándonos-
antes pensaba que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas,
ahora quiero destrozarlo con nuestra risa.
Katherine Mansfield



Hoy es nochebuena. Esas cosas de la vida que sentís como especiales. Esta imagen, con la que salude a mis amigos en facebook por esta navidad, la saco mi hermano el otro día en el Árbol navideño que se realizo de nuestro barrio. Es parte de como nosotros construimos esta navidad. Por eso, esta imagen sigue siendo mi forma de desear feliz navidad. Poco sentido tendría para mi la navidad si tan solo fuese una festividad religiosa. Sin embargo, creo que todos nos podemos dar cuenta que la Navidad trasciende muchas cosas. Es un momento para volver a nacer en la familia, con los amigos, en el barrio. Para olvidar viejos rencores, y continuar todos juntos. La vida es una sola como para estar enojado siempre.  Y creo que ese es mi deseo navideño. 

jueves, 23 de diciembre de 2010

De lo que hace un tal Camilo Blajaquis


Diferencias invisibles

La realidad es que estoy preso, en una cárcel.
Lo real es que soy libre demasiado libre.

La realidad dice que hay inseguridad
Lo real grita que la violencia es consecuencia
de la exclusión, de la marginación, de mentir.

La realidad es que nos quejamos de que todo es una mierda.
Lo real es que somos la especie más fácil de domar.

La realidad vive sometida a cirugías plásticas.
Lo real es eso que no puede ocultar ningún maquillaje.

La realidad puede comprarse... o venderse.
Lo real no tiene precio vive en un mundo donde el dinero no vale.

La realidad tiene un Dios, tiene leyes, trabajo y vacaciones.
Lo real quisiera rebelarse pero la realidad lo metería preso.

La realidad tiene responsabilidades, horarios y un estado.
Lo real tiene un corazón, sentimientos y manos que dibujan.

A este poema lo escribio Camilo Blajaquis. O deberiamos decir Cesar Gonzalez. Ya que Camilo es el nombre que se coloco luego de nacer por la literatura. Mis palabras son tontas para describir su historia. Asi que copio y pego el texto publicado en el excelente blog Cartografias desplegadas. Por favor, tomense un momento y lean sobre Camilo quien estuvo preso, quien fue el famoso y satanizado "pibe chorro", quien ahora nos explica lo que ya deberiamos saber: Que nadie es malo por naturaleza.

(...)
Y sin embargo, otro joven, nombrado "pibe chorro" que en ese reportaje radial dice, que a través de la literatura, pudo escaparse de ese destino señalado para él como para tantos jóvenes que viven en villas, en barrios humildes, que son esos números de los que se alimenta el sistema también, para sus propias estadísticas de "inseguridad", de "paranoia", de racismo, de delincuencia, de violencia; de esa "basura" donde son arrojados, este pibe que estuvo preso cinco años. pudo alojar y a la vez fue alojado por alguien que desde su deseo de brindar espectáculos de magia los trataba como "personas"... palabra extraña, parece, para mucha gente, para muchos jóvenes, niños que habitualmente vemos en las calles. Y por esta otra persona, el descubrimiento de los libros, de Rodolfo Walsh, de la historia, de nuestra historia, de la lectura, de la escritura.
Y ocurre entonces otro efecto distinto que aquel de la devoración o la muerte o la mudez: cuando un ser humano es sacado del ámbito de la biología y se apuesta a la posibilidad, a la existencia de un sujeto, se lo supone, se lo nombra persona y eso abre una dimensión cuya consecuencia, en este caso deviene la lectura en propia escritura: la vida toma otro valor de circulación, una manera de alojar un deseo ya no de lo mortífero sino de lo vivificante.
Y en este caso, con la literatura "“Mi cabeza empezó a cambiar, a incorporar cosas nuevas; todo un mundo que no conocía hasta antes de caer preso, cuando me di cuenta de todo lo que se le oculta a un joven que le toca nacer en un barrio de clase baja, en una condición pobre y humilde como en la que nací. Aparte de excluirte económicamente, te excluyen cultural y simbólicamente. Te excluyen porque sos el negro de una villa, el negro de mierda, vas a ser chorro, obrero y nada más. El sistema te excluye y es mucho más cruel de lo que uno cree –repasa su aprendizaje–. Lo que juega es una exclusión simbólica: el de la villa es un ignorante, es un posible delincuente.” dice en un reportaje a Página/12.
Otro tratamiento posible para la violencia desatada, que somete y disciplina los cuerpos y cierra destinos... en el cual estaba inmerso sin-saber.
Dejar de ser esos objetos deyectados del sistema de los que a la vez se nutre y necesita ese sistema de exclusión, para tomar otro protagonismo en la propia vida. Cesar Gonzalez/ Camilo Blajaquis, luego de ese encuentro con la literatura, desde ese nacimiento, comenzó a hacer una revista, publicar un libro, sostener un blog y recibir mensajes de otros semejantes a él, contando sus intentos de hacer/se un nombre revelándose a ese destino fatalmente determinado; y también, que lo convoquen de distintos medios, distintos jóvenes, para que hable desde ese atravesamiento que en su cuerpo ha acontecido a través de la lectura, de la escritura y de su poesía.
Siempre retorna la pregunta sobre qué valor tendrá el arte en la experiencia colectiva, qué consecuencias tendrá la lectura, la literatura en esa soledad con el libro como acontecimiento subjetivo singular. Su respuesta ante ese destino de balas al que inexorablemente parecía fijado: nombrarse como nuevo nacimiento a través de la literatura, tomar su propia vida a su cargo; producir un golpe certero, un cross a la mandíbula de tantos, pero ni con armas, ni con sus puños cerrados, sino a través de sus manos y su escritura, a través del poder del lenguaje, de sus pensamientos, de sus palabras que ya circulan entre otros.
www.cartografiasdesplegadas.blogspot.com 
www.camiloblajaquis.blogspot.com, es el blog de Camilo para leer mas cosas de el. 



 

¡Foto!

Visita al Hogar de ancianos junto con PLP. 22/12/10

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El peligro de la neolengua



-¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿Cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esta decidido rigurosamente y con todos sus significados secundario eliminados y olvidados para siempre?

Georges Orwell, 1984 

martes, 21 de diciembre de 2010



No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen 
bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la 
habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío --dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que ya no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame --dije.

alejandra pizarnik, "extraccion de la piedra de la locura"


En lo mas crudo del invierno, aprendi que habia en mi un eterno verano. 
Albert Camus .- 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cosas que me susurran IX


Calmándote un poco, dejar todo "fluir", con paz, vas a ver que vas estar aunque sea un poquito mejor.
Mica.-

Una cosa simple. Sentarme, detenerme. Tomar unos mates, con la especial soledad que da hacerlo solo. Y entonces si, con una alquimia de sensaciones, a seguir...

La vida y la muerte...


Morir, o matarse, eso es algo lógico. 
Vivir...¡Vivir! Esa es la locura...

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Las siguientes son obras de Maykel Herrera. Una artista cubana nacida en 1979. Considero que son de carácter social, y que nos hacen ver la realidad desde otro lado. Estas sacadas del face de Latin American Art. 

Equilibrio cubierto, 2007

El entierro de la bala,  2007

Olla de gritos, 2007

La fiesta de los ratones, 2007

Lenguaje de adultos, 2007

La opinion que te acaricia, 2008

sábado, 18 de diciembre de 2010

► Foto ◄



Es necesario que las cosas sucedan para que nos demos cuenta del valor que las personas tienen en nuestra vida. Hoy, me di cuenta de que en Facebook y en "mi mundo" virtual no tengo ninguna foto de una de las personas mas importantes de mi vida: Papi.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Juicio Final (De Diego Genini)


El juicio final, Miguel Angel. Fresco en la Capilla Sixtina (1541)   
Tomó conciencia que ya no estaba ensangrentado ni con dolores, y pensó que tenía que re-lajarse un poco. Pero le era difícil, en esas circunstancias.
  -¿De qué se me acusa? –preguntó, ásperamente. Esa situación no había sido provocada por él, por lo que aún viéndose en desventaja, no sintió el más mínimo deseo de ser agradable. Al contrario, sintió que, más que nunca, debía rebelarse y confrontar.
  Los tres jueces se mantuvieron impertérritos en sus sillones, aunque sus miradas, lejos de ser severas, eran contemplativas, tranquilas pero atentas.
  Con deliberada parsimonia, el juez supremo, un anciano totalmente canoso y de tupida barba, que le confería aspecto venerable, leyó la acusación:
  -De no esforzarse en su relación con las demás personas. De demostrar desinterés hacia la gente y el mundo en general, y también de fingirlo. De ser poco comunicativo, deliberada-mente desagradable, y haber adoptado una actitud cínica al respecto, de manera que lo haga verse, como se dice usualmente, un “superado” –hizo una pausa -. Esos son los cargos.
  El acusado se mostró menos desconcertado que molesto. Esto notaron los tres jueces; que era más el fastidio que le provocaban los cargos, que preocupación o dolor. No era la reac-ción más común que se pudiera esperar, pero era comprensible en un recién fallecido, por accidente y de manera instantánea. Y en un hombre convencido de no deberle nada a nadie.
  Reafirmó esas observaciones cuando expresó:
  -No entiendo esas acusaciones, señores del jurado. Ustedes hablan de eso como... –rió bre-ve y ahogadamente -. Como si fuera algo realmente malo.
  Tanto el anciano, como el hombre y la mujer que lo acompañaban, esbozaron gestos de contrariedad. El anciano comprimió los labios, el hombre a su derecha torció la boca, y la mujer se mordió un labio.
  Fue el hombre de la derecha el que habló luego:
  -¿Usted sabe que... en teoría, al menos, la vida consiste en su mayor parte en obtener afec-tos?
  -Sí –fue la rápida respuesta.
  -¿Y no ve nada de malo en ser deliberadamente desagradable con la gente?
  -No, porque no dañé a nadie.
  -Pero sí actuó de una manera que demuestra falta de afecto hacia la humanidad en general.
  -O sea que esa es la acusación de base.
  -Podría decirse que sí.
  -A modo de defensa, puedo decir que nunca pude ser de otro modo. En todo caso, vine fa-llado de fábrica –dijo con ironía.
   -¿Le parece?
  -Sí. Soy parte de esa minoría con problemas para relacionarse con los demás –respondió el muerto. Y, súbitamente, casi sin pensarlo -. Soy un discriminado.
  -¿Por qué dice eso? –intervino la mujer, de rostro angelical y expresión preocupada, de quien intenta ser comprensivo.
  -Porque mi vida no tuvo las oportunidades que tuvieron otras personas de conseguir afecto – argumentó, aunque su voz no sonó muy segura, como si se hubiera arrepentido de comen-zar la frase.
  El silencio en el jurado acentuó su inseguridad. Finalmente, la mujer respondió:
  -Conocemos la vida de las personas que ingresan, y sabemos que la suya no tuvo ningún aspecto que lo haya reprimido de buscar y dar afecto.
  -¿Eso no debería decidirlo yo? –rebatió, aunque ya comenzaba a sentirse vencido.
  Luego de una risita, típica en quien busca suavizar una frase tajante, la mujer respondió:
  -No, lo decidimos nosotros.
  El acusado resopló con suavidad.
  -Entonces, ¿para qué estoy aquí? Si ya me conocen perfectamente bien, y tienen una idea definida de mí. ¿Algo de lo que yo diga va a cambiar mi suerte?
  -Es una oportunidad que le damos a todo el que ingresa aquí –respondió el  hombre de la derecha -. De explayarse y defenderse, para ver si puede cambiar en algo su destino.
-Bien. Pero, con todo respeto, repito la pregunta: ¿qué queda para mí decir? Quise defen-derme, y rechazaron de plano mi defensa.
-No sea apresurado –intervino el anciano -. Todavía falta. Y tenga en cuenta que hay cosas que escapan de nuestra órbita de comprensión. Como todo lo inherente al ser humano, hay cosas que no tienen explicación. Usted puede echar luz sobre ellas, en algunos aspectos de su vida que no se terminan de comprender. Es una persona inteligente, sus motivos deben ser valederos, y los tendremos en cuenta para el veredicto final.
  Esa frase tranquilizó al acusado. Y el reconocimiento de su inteligencia le agradó, recon-fortante como un refugio cálido en medio de un día frío.
  -Bien –dijo -¿Por dónde comenzamos, entonces?
  -Por donde usted quiera.
  -¿Por dónde yo quiera?
  -Sí, ya los cargos están hechos, usted es su propio abogado defensor, y puede decir lo que le parezca en su favor. Eso sí, ayudaría si fuera completamente sincero.
  Por primera vez, el acusado emitió una sonrisa.
  -De eso no tenga dudas –dijo con tono rebosante de seguridad.
  Acto seguido, adoptó una expresión reconcentrada, con los ojos fijos en la mesa delante suyo. Se mantuvo así unos minutos, en un torbellino de actividad mental, casi sin darse cuenta del tiempo que estaba pasando, hasta que habló:
  -Tuve una niñez difícil. Era muy distinto a todos los que me rodeaban. Comprendía mucho mejor las cosas que los demás. Eso, lejos de... volverme querible ante la gente, hacía todo lo contrario. Eran muy pocos los que querían hablar conmigo, y menos los que me enten-dían. Mi niñez fue un mundo de incomprensión.
  -Mh –asintió el anciano, en una pausa.
  -Era muy rechazado por los chicos de mi edad, y solamente recuerdo como positivo de e-sos años el apoyo de mis maestras, que veían en mí algo diferente al resto, pero para bien.    
  El silencio del jurado lo invitó a seguir. El acusado se sintió cada vez más a gusto en su a-locución. Comprendió, mientras ordenaba sus pensamientos para seguir hablando, que tenía que expresarse con total libertad por primera vez en su existencia (ya no terrenal). Sería lo mejor que podía hacer.
  -Además, era mediocre para los deportes, y tenía un aspecto físico que hacía que algunos se burlaran de mí....
  -¿Quiénes son esos algunos? –interrumpió el juez de la derecha.
  -Chicos de mi edad, que yo conocía en esa época. No eran todos, por supuesto, pero si los suficientes para volverme un acomplejado.
  -Sí, está bien. Siga, por favor.
  -Malo para el deporte, de inteligencia demasiado aguda para mi edad, de aspecto tonto, se-gún decían muchos. Mi niñez fue pésima –dijo, con voz cargada de seguridad, lejana al re-sentimiento, una voz que sentía inobjetable.
  Los tres jurados asintieron con sus cabezas, gravemente. Si saben tanto de mi vida, pensó fugazmente el acusado, no pueden dudar de lo que hablo.
  La mujer puso sus manos en un gesto que lo invitó a detenerse, amablemente, y lo interpe-ló:
  -¿Puede ser que a pesar de todo lo que dice, usted se sintiera demasiado superior a ellos... a sus compañeros de colegio y amigos de ese tiempo? ¿Tanto más inteligente que ellos eran dignos de... desprecio, quizá?
  -Sí, puede ser -admitió.
  El anciano intervino inmediatamente:
  -O sea que era un incomprendido y un marginado, pero también despreciaba a la gente que lo rodeaba.
  -Sí, así es. Al principio no lo era tanto, pero a medida que pasaron los años, no sólo los desprecié en silencio, si no también abiertamente. Dejé de tratar con mis conocidos, y me quedé casi completamente solo, en mi adolescencia.
  -Mh, ya llegamos a la adolescencia. ¿Fue una etapa solitaria? –preguntó la mujer.
  -Como ya le dije, muy solitaria.
  -¿Fue una decisión fácil separarse de la mayoría de sus conocidos de ese entonces?
  -Fue natural, sentía que no me querían y estaba de más en los grupos que integraba. No te-nía sentido seguir con ellos.
  -¿Y no se le ocurría pensar que las otras personas sufrían la misma incomprensión y falta de afecto que usted, pero a pesar de todo la soportaban, y trataban de socializar con los de-más?
  -Sí, llegué a esa conclusión con los años. Mucha gente se siente incomprendida y poco querida. Pero se callan y resisten, para amoldarse al mundo y no quedar solos. ¿A eso apun-ta la pregunta?
  -No exactamente, pero va en esa dirección. Y otra pregunta sería, ¿porqué ellos resisten y usted no lo hizo?
  -No sé –respondió.
  -Tendría que saberlo, es su última chance de hablar ante el mundo.
  -¿Ante el mundo?
  -Sí.
  La respuesta fue casi automática, en esta oportunidad.
  -Me alejé porque no quise luchar, ni hacerme valer, ni demostrar nada. Simplemente no pude hacerlo. No pude decir “aquí estoy, estas son mis ideas”. Me sentí tan incomprendido que me alejé – sonrió amargamente, antes de proseguir -. No tuve en cuenta que el destino de mucha gente es la incomprensión, y que así y todo luchan por lo que piensan. Simple-mente... me cansé y me alejé de la humanidad –concluyó, con amargura infinita, en tono ca-da vez más bajo.
  -¿Considera a esto su gran error? –preguntó el anciano.
  -No. Considero que no pude actuar de otra manera. No pude, no supe... aprendí de grande, y ya era tarde.
  -Ya llegamos a la adultez -apuntó la mujer -. ¿En esta etapa comenzó a sentirse culpable por no haber sabido relacionarse con la gente que lo rodeaba en la niñez y adolescencia?
  -Creo que nunca me culpé a mi mismo. Culpé al mundo miserable que me rodeaba. Yo al menos pensé que había sido... bueno.
  -Fue bueno por inacción. Pero sus sentimientos han sido de lo peor –amonestó el hombre de la derecha -. Y se alegró de la desgracia ajena, aunque nunca lo expresó.
  -¡Bueno, al menos lo intenté! ¡Intenté ser un buen tipo, recluyéndome en la soledad! –exclamó el acusado, que había pasado del placer de poder expresarse libremente al cansan-cio de aquellas crudas preguntas. Allí estaba toda la verdad, pero ¡qué dura era!
  -Los malos pensamientos son pecado, aunque no haya dañado físicamente a nadie –obser-vó el anciano.
  -Su desprecio hacia el mundo nació de su propia debilidad por no enfrentarse a él, al igual que su soledad –acotó el hombre de la derecha.
  -¿Es mi culpa ser débil, y los demás ser más insensibles? –preguntó, casi desesperado, el acusado.
  -No. No es culpa de nadie –reconoció el anciano.
  -Dios ha creado seres bastante imperfectos, ¿no les parece? El mundo es un lugar horri-ble, y la vida también. Jamás voy a culparme a mí mismo de no haberlos aceptado. Dema-siado aguanté en él, haciendo lo mejor que podía –expresó el acusado, esta vez con firmeza.
  -Es cierto, fue bastante generoso, y aunque distante, fue correcto y amable- concedió la mujer.
  -Al menos traté.
  -También hizo gala de un sentido del humor admirable.
  El  acusado se rió apagadamente.
  -Sí.
  -Aunque su humor provenía de su amargura y su ingenio, no de la alegría, divirtió a mu-cha gente, sabiendo que lo hacía.
  -Así es. 
  -En su vida de adulto, encontró su lugar en el mundo, la agencia de publicidad. Allí se rea-lizó como persona y hasta hizo a su único amigo en el mundo, José Manuel –detalló el hombre de la derecha, en tono informativo.
  -Mh, sí –asintió, invitando con la mirada a su interlocutor a seguir hablando.
  -Pero nunca fue feliz, ni aun en los más gratos momentos. Siempre pensó en lo malo, en lo peor del pasado, y lo arrastró como carga por la vida. No supo olvidar.
  -No.
  -Se puso de novio, se casó con una mujer a la que nunca amó pero por la que se supo ama-do. Usted se consideraba a sí mismo incapaz de amar.
  -Sí.
  -Aunque sí amó a su hija. Fue la única persona que amó realmente.
  -Ahá –volvió a asentir débilmente el acusado, pensado con amargura que hasta en ese jui-cio final le hacían sentir culpable de su falta de amor. Cada uno era como era... muy dentro suyo quiso gritar basta... pero no tenía fuerzas. De repente, se sintió como en uno de esos días en los que deseaba desaparecer de la faz de la tierra, y que de él no quedara nada, que nadie volviera a reencarnarse en su pensamiento, sufrir lo que él había sufrido.
  El anciano volvió a hablar, mirándolo con gravedad:
  -Tuvo una muerte como la que hubiera querido. Rápida, indolora. Una existencia sin gran-des privaciones, un trabajo como el que hubiera querido, familia, un éxito modesto... una vida normal. Siempre quiso más, pero se sintió relativamente conforme con lo que tenía. Con el tiempo aprendió a comprender a la gente, ser más compasivo, y no sentirse tan su-perior. Es una pena que no haya vivido más años, hubiera llegado a la conclusión que había tenido más felicidad de la que creyó.
  El acusado guardó silencio y emitió un pequeño suspiro. Pensó que el  juicio llegaba a su fin.
  -¿Algo más? –preguntó.
  -No –respondió el presidente del tribunal.
  En ese momento, tuvo deseos de preguntar cuál era el verdadero sentido de la vida, del sufrimiento, de todas las cosas que jamás había entendido. Pero el anciano se anticipó:
  -No pregunte, hay cosas que no tienen explicación. Son esas cosas a las que usted le prestó excesiva atención, en lugar de aceptarlas naturalmente. Adiós.
  En ese momento, comenzó a perder conciencia de todo. El tribunal desapareció de sus o-jos, y sintió que perdía conciencia, hundiéndose en la inexistencia, la nada. En su último se-gundo, sintió un terror ilimitado ante ese destino tan diferente a la infelicidad a la que tan celosamente se había aferrado.
Diego Genini