Hoy, creo. Creo que Dios está en todas las grietas de la
vida, y donde el amor y la unión de personas lo hagan presente. Creo que a Dios
no han de gustarle los rituales, pero sí que le dediquemos un tiempo para él. Y
he descubierto que ese tiempo nos trae paz, la paz interior necesaria para
andar ante los vientos de la vida.
Dios no ha de condenarme, y la Iglesia como institución
es una más de sus manifestaciones. Una manifestación que tiene que ver con
nuestra cultura. Es la religión que uno ha heredado. Eso no hace erróneo o pecador a quien no manifieste su creencia como uno.
Hoy simplemente, me reconcilie con un viejo amigo.
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