¿Que tengo que ver yo con esa persona? ¿Por que rara razón me creo capaz de escudriñar su mirada, de entresacar sus gestos, de juzgarme conocedor de sus facciones?
Me es difícil no sentir en cada momento esa otredad inundante, ese no saber que es todo, y por lo tanto quien soy yo, quien eres tu. He aprendido a convivir con esas raras sensaciones, pero tarde mucho en encontrar a alguien que sintiera ante la vastedad del mundo esa misma mirada.
No soy merecedor de tu amistad, ni de tantas palabras... No soy merecedor de que me puebles de palabras, con lo preciadas que son. Sin embargo, en cada grieta de la vida, del instante, te cuelas como la humedad para darme igual esas palabras. ¿Como podría escribirte esto sino, si no fuera por tantas palabras que me has dado?
Y así andamos, con la costumbre de caminar caminos pedregosos, de llover nuestras mejillas, de callar. Hay una diferencia, nos entendemos, traducimos nuestros caminos. No me cabe otra tarea, mas que agradecerte la tibieza de tu amistad, y el haberme enseñado tanto. Porque fuiste vos quien me enseñaste a abrazar, a imaginar mas aun y (lo lograste, creo) a ser joven.
Bella tarea esta de inventariar recuerdos. Inventariarlos, reverlos, colocarlos en la palma de la mano y llevárnoslos al pecho, al lado izquierdo, allí donde algo palpita. Para entonces, colocar esos recuerdos, alli, donde bombea nuestra sangre.
Feliz cumpleaños, amiga.
Kevin
No hay comentarios:
Publicar un comentario